Mis antepasados
Pedro Héctor Rodríguez
Un buen día abordé la máquina del tiempo
y una gira emprendí a los siglos pasados
En varias de las épocas pasé algunos momentos
queriendo conocer a mis antepasados
Uno de ellos era un centurión romano,
de entraña encallecida, en la guerra forjado,
insensible a la sangre, a veces despiadado
No me sentí orgulloso de aquel antepasado
De otro antepasado que en aquel viaje vi,
inmensa compasión en mi alma sentí
A prisión condenado, lo estaban torturando
Por sus muchas heridas, se estaba desangrando
Me dijeron la causa: Lo encontraron robando
Otro de mis ancestros fue un juez recto y severo
De su fría mirada acordarme no quiero
Era una cueva estrecha su duro corazón,
en la cual no cabía la ancha compasión
Vi en un siglo pasado una lejana abuela
que ganaba el sustento como vulgar ramera
Aunque era compasiva y al más pobre ayudaba,
pensar que era mi sangre, vergüenza me causaba
Un asesino cruel en mi genealogía
en una de las épocas también encontraría
Su mirada siniestra se cruzó con la mía
Sentí un escalofrío y alejarme quería
De mis antepasados que en mi gira encontré,
buena fama y virtudes en muchos observé;
pero en todos había semillas de pecado
Ninguno hallé que fuera del todo immaculado
Aún a Adán y Eva alcancé a visitar
Me miraron muy tristes, con profundo pesar
Les costaba creer que su raza potente
se había degradado y estaba decadente;
mas con cabezas bajas y rostros sollozantes,
admiteron ser ellos los primeros causantes
En mis antepasados ciertamente encontré
de mis malas tendencias el preciso porqué
Triste y decepcionado, en regresar pensé,
y de nuevo la máquina del tiempo yo abordé
Mas mientras regresaba, curiosidad sentí
por la época de Cristo, y me detuve allí
Algún miembro importante de mi genealogía,
muy cercano a Jesús, quizás encontraría
Llegué el día de Pascua hasta el Calvario cruel,
donde el manso cordero bebía amarga hiel
Sus manos y sus pies con clavos traspasaban,
mientras él, para ellos, el perdón imploraba
Después la turba impía se mofó de Jesús:
-“Si el hijo de Dios eres, desciende de la cruz”
Ninguno, por linaje, era mi antepasado,
pero algo espeluznante descubrí horrorizado:
Vi en sus crueles miradas mi rostro reflejado,
y me sentí culpable de haberlo yo matado
También dos malhechores de otras cruces colgaban
Uno de ellos, necio, a Jesús injuriaba:
-“Sálvate a ti mismo si eres el Cristo tú,
y también a nosotros sálvanos de esta cruz”
El otro malhechor confesó su maldad,
reconoció en Jesús la plena santidad,
imploró del Señor compasión y piedad
Cristo le prometió gloriosa eternidad
¿Quizás uno de ellos era mi antepasado?…
No tendría la respuesta ningún significado,
porque en ambos había semillas de pecado,
al igual que en mis muchos abuelos del pasado
¿A cuál de aquellos dos yo habría de imitar?
Esta era la pregunta que debía contestar
Finalmente encontré allí un antepasado
Era el mismo Jesús que moría inmolado,
porque al creer en él, soy por él engendrado
por medio de su Espíritu, que en mí ha procreado
un ser espiritual que no hace pecado
A mi genealogía, a veces, carnalmente,
por descuido me apego y peco neciamente,
hasta que sabio abordo la máquina del tiempo,
Al Calvario regreso, a mi Cristo contemplo,
y me aferro a la vida que él mismo me ha otorgado
¡Es mi amado Jesús mi gran antepasado!
Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com
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