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La antorcha de la verdad

Pedro Héctor Rodríguez

 

La antorcha de la verdad la tomó la juventud,

y en alto la ha sostenido, atravesando los siglos

Invicta y gloriosa llega, triunfante de mil peligros

Viene mostrando la senda que conduce hacia Jesús


Por que no cayera en tierra la antorcha de la verdad,

la juventud soportó la sed, la fatiga, el hambre

Soportó burlas y mofas, no vaciló en dar su sangre

¡Oh, juventud abnegada, digna de la eternidad!


Desde Abel a Juan Bautista, fue yendo de mano en mano

Abraham, José, Samuel; David, Elías, Daniel...

hicieron brillar la antorcha hasta que vino Emanuel,

quien dándole nueva luz, la entregó al pueblo cristiano


Y aquel pueblo la sostuvo alta, gloriosa y brillante

Ni tribunales judíos, ni el brutal circo romano,

ni las turbas sanguinarias de los ídolos paganos

pudieron echarla en tierra, tan sólo por un instante


Dejando castas y razas, hombro con hombro se unieron

pescadores galileos y centuriones romanos,

samaritanos y griegos, levitas y publicanos,

y enarbolando la antorcha, en alto la sostuvieron


Desafiando a las espadas, llenos de santa osadía,

el joven apóstol Juan, Marcos, Timoteo y Tito

extendieron por el mundo el Evangelio bendito,

y en sus manos juveniles, la antorcha resplandecía


Los que ofrendaron sus vidas fueron fructíferos granos

De un Esteban nació un Pablo, que fue un campeón de la luz,

y fue la niña Blandina un árbol de juventud

Cada gota de su sangre produjo un joven cristiano


Cuando los papas de Roma, por su ambición mundanal,

quisieron echar en tierra la antorcha de la verdad,

manos jóvenes la alzaron, y dieron su claridad,

haciendo temblar las bases del gran imperio papal


Desde las altas montañas, las tinieblas penetrando,

llevada por los valdenses, cuyos jóvenes valientes

portaban las Escrituras en sus ropas y en sus mentes,

salió la gloriosa antorcha, su hermosa luz derramando


Y de Wiclef a Juan Wesley, de Jerónimo a Melanchton,

desde Zwinglio hasta Calvino, de Juan Hus hasta Lutero,

hicieron brillar la antorcha, cual deslumbrante lucero,

los héroes de la Reforma, miles de jóvenes santos


Desde Abel, el primer joven, muchos siglos han pasado

Por milenios han reinado el pecado y la maldad;

pero jamás ha caído la antorcha de la verdad,

porque otros muchos Abeles en sus manos la llevaron


Por los brazos juveniles, hasta hoy fue sostenida

Hasta hoy llevó la antorcha la preciosa juventud

Hasta hoy estuvo en alto, hasta hoy brilló su luz

Hasta hoy le mostró al mundo el camino de la vida


¿Ha de caer ahora en tierra la antorcha de la verdad?...

Ahora que este mundo ateo desafía al Creador

con fábulas y mentiras, y le niega con ardor,

¿ha de quedar en tinieblas esta pobre humanidad?


¿No habrá jóvenes ahora, que al igual que en el pasado,

esgriman la gran antorcha, sin temor al adversario?...

¿La gran verdad de los siglos quedará sin emisario?...

¡La juventud de este tiempo tiene un solemne llamado!


Hace falta juventud para dar un gran mensaje,

para proclamar al Dios soberano y Creador,

para decir que Jesús es el Cristo Redentor...

Hace falta juventud de fervor y de coraje


¿Dónde está esa juventud, que desechando el temor,

dará el último mensaje a este mundo descarriado?...

¿Cuál es esa juventud, que al escuchar el llamado,

tomará la gran antorcha, hasta que venga el Señor?


Hay una que está dispuesta a salir a la conquista

de las almas pecadoras que Jesús vino a salvar,

portando en alto la antorcha para que pueda brillar...

Es la juventud de Cristo, la juventud Adventista


Oh, juventud Adventista, que has respondido al llamado,

sobre tus hombros es puesta la responsabilidad

de iluminar este mundo con la antorcha de verdad,

en la hora más oscura de la noche del pecado


Hoy el enemigo ataca con más celo y más fiereza,

por eso, debes vestirte con las armas de la luz

Debes romper con el mundo y consagrarte a Jesús,

para que El sea tu escudo, tu amparo y tu fortaleza


Escudándose en Jesús, fue que pudieron triunfar

los que, a través de los siglos, la gran antorcha llevaron

Escudándose en Jesús, invicta te la entregaron

Escúdate tú en Jesús, y llévala hasta el final


No dejes caer la antorcha con que al mundo alumbrarás

Oh, juventud Adventista, propaga su hermosa luz

Juventud, háblale al mundo del regreso de Jesús

Levanta en alto con bríos la antorcha de la verdad

 

“Con semejante ejército de obreros, como el que nuestros jóvenes, bien preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir.”  

(Elena G. de White. La Educación, página 264)

 

Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com  

Puedes compartir este poema libremente en cualquier lugar. Sólo debes compartirlo tal como está escrito, incluyendo mi nombre "Pedro Héctor Rodríguez" como autor; porque asumo responsabilidad por lo que escribo

 

 

Sinfonías

Pedro Héctor Rodríguez

 

En macabra sinfonía, las bombas y los cañones

esparcen ecos de muerte hacia todos los rincones

 

Con sus notas enervantes, se encienden los corazones,

ardiendo en odio y venganza, y otras horrendas pasiones

 

Hay otra orquesta tocando atractiva sinfonía,

que a mucha gente adormece en mortal idolatría

 

Hacen un dios del dinero, adoran al deportista,

se postran ante el político, e idolatran al artista

 

El placer mundano es también una sinfonía,

que arrulla con su dulzura y su engañosa alegría

 

Cada persona produce música con su vivir

Es cada acto una nota que en el mundo se ha de oír

 

Y cada nota se suma a una de las sinfonías

¿Sabes, amigo, qué música estás tocando este día?

 

¿Quieres hoy interpretar la sinfonía mejor,

la que eleva a los oyentes hasta el trono del Señor?

Toca en la orquesta de Cristo, con actos llenos de amor

 

Amigo, tu vida es música, y quizás no lo sabías;

notas musicales son tus acciones de este día

 

Que tus notas lleven hoy, amor y sana alegría

Puedes tocar con bondad la más bella sinfonía

 

Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com  

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No rechaces ni descuides

Pedro Héctor Rodríguez

 

Si escuchas de Cristo el toque, a tu corazón llamando

Si percibes al pastor, a ti, su oveja, buscando,

no rechaces ni descuides su amorosa invitación,

porque rechazo y descuido embotan el corazón


Y es terreno resbaloso al cual el diablo te incita,

porque el rechazo endurece y el descuido debilita

Y aunque Dios te busca y llama, si te llegas a embotar,

su toque lleno de amor no podrías escuchar


Por eso, hoy que lo escuchas, ábrele tu corazón

No rechaces ni descuides su amorosa invitación

Déjalo entrar en tu vida, y contigo cenará,

y en su trono de victoria junto a él te sentará


No es Cristo quien te rechaza por tus horribles pecados

Jesús te busca y te llama, aún si mucho te has manchado;

pero eres tú quien haría embotar tu corazón

si rechazas o descuidas su amorosa invitación


Debes abrirle tu puerta, ahora que oyes su voz

Su presencia echará fuera el pecado más atroz

Y deja que siempre viva Jesús en tu corazón

No rechaces ni descuides su amorosa invitación

 

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La cruz de hierro

Pedro Héctor Rodríguez

 

(Basado en una leyenda de fuente desconocida)


Oíd esta leyenda de un pobre caminante,

que una cruz de hierro cargaba con pesar,

y un día, muy cansado, se detuvo jadeante,

para pedir a Dios aquella cruz cambiar

               
El triste peregrino rogaba en su agonía:

- “Dios mío, ya esta carga no puedo soportar

Cambiar por una cruz de rosas, yo querría,

este pesado hierro que me quiere aplastar”

 

Y al clarear la mañana de un nuevo amanecer,

al cielo bendijo, radiante de alegría,

pues al levantarse, muy cerca pudo ver

la nueva cruz de rosas que Dios le concedía                             
Y emprendió la marcha con gran felicidad,

pero bajo las rosas, espinas traicioneras

sus hombros lastimados hincaron sin piedad,

haciéndole clamar con frases lastimeras:


- “Señor, si estas rosas quisieras tú cambiarme,

por alguna otra cruz que alivie mi dolor,

y de la pobreza pueda yo librarme...

Dame una cruz de oro, bondadoso Señor”


Llegado el nuevo día, la hermosa cruz de oro

a su lado estaba, y él, agradecido,

alabó al Señor, que tan bello tesoro,

en su excelsa bondad, le había concedido


Marchó llevando ufano su carga deslumbrante,

pero unos ladrones crueles lo atacaron,

dejándolo herido, casi agonizante...

Y aquella cruz de oro lejos se llevaron


Por fin el peregrino, volviendo en sí, exclamó:

- “Dios mío, ya no quiero ni las rosas, ni el oro

Devuélveme mi cruz, ¡Qué tonto he sido yo!

¡Dame mi cruz de hierro, dame mi gran tesoro!”


Mi querido hermano, somos peregrinos,

por estrecha senda de pruebas y dolor

¿Quieres ir triunfante hasta el fin del camino?...

Acepta la cruz que hoy te brinda el Señor


Si parece dura, contempla a Jesús,

el rostro divino con sangre bañado,

y sufriendo por ti la más pesada cruz

para redimirte de tu vil pecado


Dios te la ha dado en su infinito amor

Aunque sea de hierro no desprecies tu cruz

que es para forjarte un carácter mejor

y llevarte al cielo a morar con Jesús

 

Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com  

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