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La historia del gran amor

Pedro Héctor Rodríguez

 

La historia del gran amor es la historia de Jesús

El era el Verbo con Dios, y como Dios era luz,

pero en hombre se tornó para morir en la cruz


El recibía en el cielo la alabanza y el loor,

pero descendió a este mundo de miseria y de dolor,

para mostrar a los hombres, de Dios el eterno amor


El que formara los astros con su infinito poder,

vino a la raza caída, en un establo a nacer,

y en supremo sacrificio, por el hombre perecer


El, siendo perfecto y justo, como un injusto murió

Allá en el monte Calvario nuestros pecados pagó,

y sobre el madero cruel, en su cuerpo los llevó


El, siendo autor de la vida, fue condenado a morir

Una ignominiosa cruz le obligaron a sufrir,

y con injurias y mofas le llegaron a escupir


En él estaba la vida, que en abundancia ofreció,

mas la ingratitud humana con la muerte le pagó,

y cual cordero inmolado, al sepulcro descendió…


Mas no pudo retenerle por siempre la piedra fría

El gran autor de la vida a la muerte allí vencía,

y hoy la tumba de Jesús es una tumba vacía


El Cristo resucitado a los cielos ascendió

La marca de sus heridas ante el Padre presentó,

y Dios, en nuestro favor, su sacrificio aceptó


Satanás quiso humillarlo, mas Dios le glorificó

Quiso arrancarle la vida, mas Cristo resucitó

Quiso hundirlo en el abismo, pero él al cielo ascendió


Mas no dejó abandonados a sus hijos el Señor

Hoy sigue siendo en el cielo, nuestro fiel intercesor,

y su Espíritu nos brinda como buen Consolador


Hoy Jesús llama a la puerta del humano corazón,

le ofrece paz y consuelo, le brinda dicha y perdón,

y cual supremo regalo, le ofrece la salvación


Pero la historia de amor aún está por terminar,

porque Cristo ha prometido en su gloria regresar,

para llevar a su pueblo a un bello y eterno hogar


Sí…

Muy pronto se ha de cumplir la milenaria promesa

Descenderán de su trono el dolor y la tristeza,

y reinarán para siempre el amor y la pureza


La Nueva Jerusalén, de celestial esplendor,

te invita a morar en ella, viendo el rostro del Señor

¡Oh… cuán dulce es el final de la historia de este amor!

 


“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” 1 Juan 3:1

Este poema forma parte de mi libro "No desmayes, Peregrino", el cual puede ser adquirido en amazon.com 

Puedes compartir este poema libremente en cualquier lugar. Sólo debes compartirlo tal como está escrito, incluyendo mi nombre "Pedro Héctor Rodríguez" como autor; porque asumo responsabilidad por lo que escribo,

 

 

 

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece

Pedri Héctor Rodríguez

 

Aunque la fuerza de mi cuerpo languidece,

aunque el vigor juvenil ya se desvanece,

y aún el entusiasmo vacila y decrece,

todo lo puedo en Cristo que me fortalece

 

Aunque el fiero enemigo mi senda entorpece

con obstáculos mil para que yo tropiece,

y avanzar, imposible, a veces parece,

todo lo puedo en Cristo que me fortalece

 

Aunque a veces la pena duele y me entristece,

y es mi gozo una niebla que desaparece

Aunque es mi vida un vapor que se desvanece,

todo lo puedo en Cristo que me fortalece

 

Porque el poder de Cristo siempre prevalece

cuando el débil humano su vida le ofrece,

y puede proclamar con una fe que crece:

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece

 

Y tú, sufrido amigo, que débil pereces,

y al perder tus batallas, mucho te entristeces,

al aceptar a Cristo, dí sin timideces:

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece

 

Puedes compartir este poema libremente en cualquier lugar. Sólo debes compartirlo tal como está escrito, incluyendo mi nombre "Pedro Héctor Rodríguez" como autor; porque asumo responsabilidad por lo que escribo.

 

 

 

Dos mares

Pedro Héctor Rodríguez

 

Hay en Israel dos mares, en la Biblia mencionados:
Está el Mar de Galilea y también el Mar Salado

En el Mar de Galilea existe vida abundante
Ríos y arroyos traen agua en su correr incesante

Pero también este mar da su agua a otras corrientes
a las cuales pasa peces y también plantas vivientes

El otro mar, el Salado, no da a sus aguas salida
Sólo recibe y no da; por tanto no tiene vida

Por cierto, ya no se llama, como antes, Mar Salado
Por Mar Muerto hoy se conoce, un nombre que se ha ganado

¿A cuál de estos dos mares tu experiencia se parece?
¿Al que comparte y da vida, o al que, reteniendo, muere?

Unete a Cristo el dador, quien  sufrió por darte vida
  Abundante vida brota de su generosa herida


Así recibes la vida del viviente Salvador,
y compartes con tu prójimo, en un servicio de amor

 

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El arca

Pedro Héctor Rodríguez

 

Cuando la raza caída de Dios tanto se alejó

que el llamado del Espíritu a volver a El no oyó,

con las aguas del diluvio, el Señor la destruyó,

pero a Noé y a los suyos en el arca preservó


Mientras Noé, con paciencia, construyendo el arca estaba,

del diluvio venidero con convicción alertaba,

y a escuchar la voz de Dios a la humanidad llamaba,

En tanto, la mayoría desafiante, se burlaba

 

-”Nunca ha llovido”, decían los científicos, confiados

-”Noé y su familia son fanáticos trastornados”

Y los oyentes confiaban en los hombres educados

que, con cantos de sirenas, los tenían arrullados


Y fue el arca terminada, y de nuevo predicó

el siervo de Dios -Noé- quien al público invitó;

pero aquel pueblo rebelde nuevamente rechazó,

y al cerrar el corazón, su muerte eterna selló


Cuando Noé, con los suyos, finalmente al arca entró,

la única puerta de entrada el Señor mismo cerró,

pero pasaron los días, y la lluvia no cayó,

por tanto la gente impía muy segura se sintió

 

Mas pasados siete días, las cataratas del cielo,

desde las nubes, sus aguas derramaron sobre el suelo

Las fuentes del gran abismo ese día rotas fueron,

y las aguas liberadas sobre la tierra subieron


Las aguas, al cubrir todo, a los impíos ahogaron

No consiguieron salvarse porque al Señor rechazaron

cuando sus mensajes santos, con desdén, menospreciaron,

y así al llamado divino sus corazones cerraron


Hoy estamos alertando que ya se aproxima el fin

Ahora estamos sonando de la trompeta el clarín

Hoy estamos predicando que Cristo viene a buscar

a todo aquel que  lo  deje en su corazón entrar


Muchos científicos hoy, al igual que en el pasado,

piensan que nosotros somos fanáticos trastornados

Enseñan que de una célula hemos evolucionado,

y de millones de años hoy somos el resultado


La venida del Señor es para ellos un mito

Las Santa Escritura es un interesante escrito,

leyendas y tradiciones que en el obscuro pasado

los hombres supersticiosos han creído y propagado


Según ellos, el diluvio no es más que una tradición,

la versión exagerada de una antigua inundación

No existe Dios, por lo tanto, no hay divina intervención

No hay ley de Dios, no hay pecado, y no hay retribución


Esos científicos, hoy, voluntariamente ignoran

lo que Dios ha revelado, y a su falsa ciencia adoran,

y su canto de sirenas a mucha gente adormece

que, durmiendo en la mentira, en el pecado perece


Pero así como el diluvio llegó sin que lo creyeran,

Cristo muy pronto vendrá, aunque muchos no lo esperan,

y es ahora antes que venga, que debemos cooperar

en la construcción del arca, que pronto va a terminar


Cuando Jesús aparezca será demasiado tarde

El viene en llama de fuego, todo en su presencia arde

Así como fue en el arca, una vez ya terminada,

entrará el pueblo de Dios, y el arca será cerrada


El arca es la iglesia pura que sus siervos construimos

con las instrucciones santas que del Señor recibimos

Cuanto más nos acercamos al fin de la construcción,

más los que se quedan fueran construyen su perdición


No esperes a que termine del arca la construcción

No endurezcas con rechazo tu engañoso corazón

Ven, confiesa tus pecados para recibir perdón

Hoy es el día seguro para hacer tu decisión

 

Este poema forma parte de mis libros "No desmayes, peregrino" y "Ven a buscarnos, Señor" y , los cuales pueden ser adquiridos en amazon.com  

Puedes compartir este poema libremente en cualquier lugar. Sólo debes compartirlo tal como está escrito, incluyendo mi nombre "Pedro Héctor Rodríguez" como autor; porque asumo responsabilidad por lo que escribo